–¿Michael te ha acompañado a grabar?
–Varias veces, por cierto.
–¿Y? ¿Se divirtió? ¿La pasó bien? ¿Le dio vergüenza?
–La verdad, el equipo es muy copado y todos tienen muy buena onda. Aunque no habló con todos, porque muchos no saben inglés, él la pasó bien. Le encantó poder acompañarme.
–¿Luego del primer encuentro, cómo fue que empezaron a conocerse realmente?
–Después de aquel episodio de noviembre –cuando nos vimos y sólo nos saludamos, ya que yo no hablaba inglés ni él español–, Michael consiguió mi e-mail y me empezó a escribir. Era marzo, y me comentó que en abril vendría a la Argentina para hacer algo para Warner Brothers. Ahí nos reencontramos y fuimos a cenar con un traductor al lado.
–En el talk show americano de la legendaria Oprah Winfrey, él comentó que vos no hablabas bien inglés. ¿El idioma fue un obstáculo?
–No. Al principio no nos comunicábamos por teléfono. Lo hacíamos por computadora, a través de un programa que se llama iChat, con el que podés hablar y verte sin que se corte todo el tiempo. Necesitaba verle la cara y leerle los labios. Igual, al lado de él había un intérprete. Ahora ya no necesitamos ningún traductor para entendernos.
–¿A raíz de tu noviazgo tu familia también comenzó a estudiar inglés?
–Ehmmm... La verdad que su familia y la mía hacen un esfuerzo, pero finalmente todos nos terminamos entendiendo. Cuando hay buena onda, la comunicación se hace más fácil.
–¿Dónde vive Michael?
–Tiene casas por el mundo y en todas tiene ropa y cosas personales. Pero él y su familia son de Vancouver, Canadá.
–¿Cuál fue el lugar que más te gustó compartir con él?
–Dos. París y Sydney. En París, desde la ventana de la habitación del hotel se podía ver la Torre Eiffel. Nos encontrábamos a una cuadra, y era hermoso ver cómo la torre cambiaba de color cada cinco minutos. Fue muy romántico.
–¿En los sitios del planeta a los que va puede caminar libremente o lo acosan sus fans?
–Lo acosan mucho. No lo dejan caminar. Sus canciones están primeras en Londres y los Estados Unidos. Pero si va con un gorrito y medio tapado no lo molestan tanto, porque creen que usa siempre traje (risas).
–A propósito, ¿no te parece muy formal a la hora de vestirse?
–No, él en el escenario siempre se viste de traje, como yo de chica linda, aunque ahora hago un papel de una mujer mucho más masculina, y me ven colgando reses y embutidos. Después, en la vida, los dos nos relajamos; nunca estamos súper producidos.
–¿Qué es lo que más te enamoró?
–Muchas cosas, pero lo que me gustó mucho es la familia increíble, cálida, feliz y chistosa que tiene. Eso habla de él y se refleja en él. Estoy muy enamorada. Cuando empezamos no pusimos una fecha, porque no nos imaginábamos que esto fuera a fluir... Pero se fue dando. En Michael encontré al hombre de mi vida: me trata como una princesa. Es muy atento y está en todos los detalles. Se lleva muy bien con mi familia. Eso es importante para pensar en un proyecto en común.
–¿Y tu familia no tiene miedo de que la nena se le vaya a vivir a otro país?
–No. De hecho, el año pasado me la pasé viajando y acompañándolo. Nuestras familias también vinieron con nosotros.
–¿Cómo fue el compromiso?
–Algo muy íntimo y lindo. Los dos nos pusimos los anillos y nos prometimos amor. No te voy a decir ni contar si nos emocionamos, pero fue un hermoso momento.
–¿Y el anillo no lo usás?
–Casi todo el tiempo. Pero ahora me lo saqué, porque vengo de grabar y mi Bianca no es una chica comprometida.
–¿Es verdad que ya hay fecha de casamiento?
–Todavía no tenemos decidido dónde ni cuándo, pero tenemos ganas de casarnos y tener hijos. Seguro que en el 2010 no va a ser.
–Contame el momento en que te contó que te había escrito un tema de amor.
–Cuando nos vimos en abril me acercó un CD y me dijo: “Esto es para vos, y va a ser un éxito”, y me hizo escuchar Haven’t met you yet. La canción habla de sus sentimientos hacía mí. Me encantó.
–¿Le hiciste escuchar cómo tocas el saxo?
–Sí, y le gusta. En uno de mis viajes a Vancouver me regaló un saxo. Cuando viajo tomo clases con un músico amigo de él. Pero para mí es un hobby; yo amo actuar.
–Más allá de eso, ¿aún no le compusiste un tema?
–No. Yo sólo le compongo con mi amor (risas). Además, aunque me comunico perfecto en inglés, no tengo el súper vocabulario para ponerme a escribir. Igual, algún día me gustaría dedicarle una canción.
–¿Resulta complicado el amor a la distancia?
–No, porque nos vemos cada dos semanas. El organizó los shows para poder viajar y yo tengo permiso de Pol-ka para hacerlo.
–¿Es verdad que ya tuviste entrevistas con algunos directores y estudios de Hollywood?
–Tuve. Es un proyecto a cuatro años. Michael es alguien que piensa en mí como mujer y como artista. El quiere que yo sea feliz, y quizás una de las maneras de que yo esté más cerca de él y que lo acompañe es trabajando en Hollywood. Por eso me animo. Aunque él hace muchas giras por Europa.
–¿Sos ambiciosa?
–Muy ambiciosa y perseverante, porque amo lo que hago. Yo quiero casarme y tener hijos, pero nunca dejar de actuar.
–¿Ya tienen decidido dónde van a vivir cuando se casen?
–No. Va a ser como ahora: cada dos semanas nos veremos. Todo va a seguir igual. El problema recién va a venir cuando tenga hijos, porque ahí voy a tener que acompañarlo un poco más. Igual, falta un montón. Lo que sí sé es que no me gustaría que mis hijos nazcan en la Argentina, por la gran inseguridad que hay.
–¿Cuál sería, entonces, tu lugar en el mundo para vivir cuando tengas hijos?
–No sé. Uno donde mis hijos puedan andar en bicicleta y jugar en la vereda. Todavía no pensamos en qué país nos vamos a radicar.
–Michael dijo también que no sabés cocinar. ¿Antes de casarte vas a animarte a hacer un curso de cocina?
–No, mi fuerte es el arte. Michael cocina increíble, y también lava. Yo siempre lo cargo y le digo que en esta relación él es la mujer y yo el hombre. Hace pastas caseras, risoto, pollo y una sopa con verduritas única. Yo lo ayudo, pero el experto en sabores es él.
–¿Si Michael te lo pidiera serías capaz de dejar la actuación?
–El nunca me plantearía eso, ni yo tampoco le sugeriría que deje de cantar. Nos conocimos así, y ojalá a los setenta años, rodeados de nietos, ambos sigamos manteniendo nuestras pasiones.