Por Sandra Commisso
Si madre hay una sola; padres, unos cuantos. Mientras que la maternidad siempre fue reflejada (y bastante edulcorada) en la televisión, los padres tuvieron menos oportunidades, salvo resonantes excepciones (como Papá corazón o Grande, pá). A partir de mañana la paternidad tendrá una nueva chance televisiva con Sres. Papis, la comedia dramática de Telefe que irá de lunes a viernes a las 22.30. Cuatro hombres, cuatro historias, cuatro formas de enfrentarse con ese mundo tan especial llamado “hijos”. Luciano Castro, Joaquín Furriel, Luciano Cáceres y Peto Menahem son los encargados de ponerles el cuerpo a los papis del título: El Chori (Castro), en crisis con su mujer de toda la vida y con tres hijos; Nacho (Furriel), un soltero mujeriego que se entera, tarde, de que tiene un hijo; Franco (Cáceres) un viudo culposo con dos nenas a cargo y Mauro (Menahem), con dos hijos de distintos matrimonios.
Camaradería es la palabra que sintetiza una reunión masculina como la de estos cuatro actores que, además, se declaran amigos.
¿Cuánto les sirvió su propia paternidad en la vida real para encarar a estos padres?
Furriel : En mi caso, muy poco, porque mi personaje es un abogado obsesivo de su trabajo y fuera de él, es un Don Juan. Nacho no tuvo un padre como referente del cual aprender. Y de buenas a primeras, le aparece un hijo del que se tiene que hacer cargo. En su esquema de vida el nene no entra. Y la cosa es cómo sobrevive a lo que para él es una tragedia, que es hacerse cargo de un niño siendo un egocéntrico. Imagino que habrá muchos hombres que pasan por esa situación. Quería hacer un personaje así y en este contexto.
Castro : La paternidad abordada de manera directa no es lo habitual en la tele, pero eso es lo más interesante del proyecto. Cuando a Chori, mi personaje, le toca ir a un acto, sin ganas porque tuvo un mal día en la pizzería y está ahí, refleja algo muy real. En la ficción, uno de mis hijos tiene la misma edad que mi hijo Mateo (12) y eso me permite sentarme a hablar las escenas con Agustín (el actor) y que no sienta que está actuando, buscamos que sean genuinas. Y eso pasa con todo el equipo; sabés que te la van a devolver redonda, futbolísticamente hablando y eso es un alivio.
Cáceres: A mí me sirvió bastante, porque en la ficción tengo dos nenas más o menos de la edad de mi hija Amelia, de 4 años, y muchas de las cosas de la vida diaria, me las llevo a la ficción. Pero mi personaje, Franco, es un tipo serio, formal, muy distinto a todo lo que venía haciendo últimamente así que, mejor. Este hombre está muy dolido por la pérdida de su mujer, se siente culpable y tiene muchas fantasías, sueña cosas, es muy perturbado y le tocará, como a todos, ir aprendiendo a ser padre.
Menahem : Yo tengo un hijo de 14 años en mi vida y también en la ficción y siempre te sirve. Además, cuando hacés algunas escenas, también ocurre que terminás entendiendo mejor lo que te pasa en tu vida. Mi personaje, Mauro, está en un momento de transición en lo laboral y eso lo pone mal. Es muy controlador, quiere tener todo bajo su tutela y no puede, el alrededor no se lo permite.
Esta vez, el estudio de grabación está lleno de sillitas bajas, peluches, aros y pelotas de colores y arco iris y globos pintados en las paredes: el jardín de infantes es el gran escenario para estas historias. Mientras los actores se cambian, el estudio-salita se llena de niños y de “mamis y papis” reales que siguen de cerca a sus pequeños hijos, protagonistas fundamentales en esta historia. Y la historia de amistad que se tejerá en la trama de la telenovela ya funciona en la vida real. Furriel y Castro son compinches: Luciano lo llama “lince” a Furriel y éste se lo devuelve con un cariñoso “bestia”. Peto es el cómico del grupo: “Ellos me quieren entrenar para que aprenda a boxear y yo les digo que, a cambio, les voy a enseñar a fumar”, avisa. Cáceres y Castro están acostumbrados a que los confundan, por ser tocayos. En las grabaciones, almuerzan juntos, hablan de fútbol, de boxeo y por supuesto, cuenta anécdotas de sus hijos de verdad: Peto y las andanzas de un adolescente y los otros, embelesados con sus nenas (Eloísa Furriel de 6; Amelia Cáceres, 4; y Esperanza Castro, 6 meses).
En un elenco coral, las responsabilidades están más repartidas. ¿Eso reduce la presión antes del estreno?
Castro: Siempre tenés la responsabilidad de que funcione, pero está bueno no quedarse en los laureles. Lo que siento es que con este equipo hay con qué.
Furriel: Me da tranquilidad el grupo, somos muy distintos todos pero hay química, cada uno pone lo mejor y no hay egos dando vuelta, es como jugar un partido: uno juega de dos, otro de 5, otro de 10 y uno tiene que atajar. No es que todos queremos meter los goles, trabajamos para el equipo. Estoy por cumplir 40 y para mí la libertad, hoy, es trabajar con quien tengo ganas de hacerlo.
Menahem: Hablamos entre nosotros bastante de las escenas, nos entendemos. En mi caso, me tocó un personaje un poco más dramático de lo habitual, se ocupa más de lo doméstico, porque su mujer es la que sale a laburar, y como al resto de los personajes, le va a tocar aprender a cambiar, a adaptarse.
Cáceres: Una de las cosas más interesantes es que en el programa la paternidad está tratada desde otro lado. Nos toca hacer escenas agachados, a la altura de un nene de 5 años y eso te cambia toda la perspectiva y ves el mundo desde ahí, y te empezás a ilusionar de nuevo.
Furriel : Trabajar con amigos como Luciano (Castro) es un placer, es un compañero extraordinario. Y con Cáceres y Peto nos conocíamos, pero no habíamos trabajado. Y es bárbaro lo que sucede. A esta altura, dejaría de lado un proyecto si sé que la puedo llegar a pasar mal, porque tengo otras prioridades. Ya elegir es un privilegio. Además, me parece interesante que todos vamos a salir de los personajes más previsibles. En mi caso, es un tipo políticamente incorrecto, dice lo que no hay que decir, sale del molde.
Castro: Es cierto, con Joaco ya nos entendemos con la mirada. Y estamos muy atentos a la relación con los chicos, que está contada desde un punto de vista, creo, que es real. Uno no es mejor ni peor padre porque un día está de mal humor o levanta la voz. Esa es una delgada línea que trabajan mucho los autores (Cecilia Guerty y Pablo Junovich) y es totalmente verosímil. Se muestra esa realidad en la que por ahí llegás a tu casa después del laburo y no tenés la energía para ser divertido.
Lo que le pasa a la gente real.
Castro : Claro. La idea es que cualquiera se pueda identificar. Uno no es tan bueno ni tan malo, todo el tiempo vas cambiando y nos complementamos mucho en eso.
Cáceres: Así es, como en la vida. Como nosotros, ellos no son personajes planos, les pasan cosas todo el tiempo que los muestran en todas sus facetas. Y el atractivo está en el encuentro entre los pares y cómo ese vínculo los va modificando profundamente a todos.