Por Marcelo Stiletano | LA NACION
Tiempo de pensar: ciclo de unitarios producido por A + A 
Idea original y producción general:  Andrea del Boca
Primer episodio:  ¿Qué hacemos con papá?
Autor:  Marcelo Camaño
Dirección de arte y ambientación:  Rafael Vasser
Producción ejecutiva:  Ornella Zampicinini
Realización integral:  Nicolás del Boca
Elenco: Andrea del Boca, Roberto Carnaghi, Raul Rizzo, Victoria Carreras, Coco Sily, María Concepción César, Enrique Otranto 
Horario:  los sábados, a las 22, por Canal 7.
Nuestra opinión: regular.

En el escaso espacio disponible que le deja el fútbol durante los fines de semana, Canal 7 acaba de poner en marcha un ciclo de ficciones testimoniales en el que las más nobles intenciones contrastan claramente con los resultados.

Queda muy claro desde el vamos que a los artífices de Tiempo de pensar , con la laboriosa Andrea del Boca al frente, les interesa por sobre todo crear conciencia en el televidente alrededor de temas sensibles y a la vez alejados de las prioridades cotidianas. La angustia de una familia cuando no sabe qué hacer con un mayor enfermo de Alzheimer abrió siete días atrás una serie de programas unitarios en los que se plantearán, entre otros, la adicción a las cirugías estéticas, la violencia laboral, la trata de personas y otras cuestiones de altísima repercusión social.

Tan fuerte parece haber calado en los responsables del ciclo la voluntad de sensibilizar a la audiencia que, en los hechos, se optó claramente por sacrificar espesor narrativo y dramático en aras de un objetivo superior. De esta manera, el propósito buscado determina desde el vamos el rumbo del relato, que no busca otra cosa que llevarnos de un modo casi forzado a una situación en la cual a Vicente (Roberto Carnaghi) no le queda otro camino que alojarse en un geriátrico para evitarles mayores disgustos a los suyos.

La ingenuidad, el sentimentalismo y el afán didáctico prevalecen por sobre cualquier otro elemento para establecer la evolución de la trama: una hija se resiste a aceptar la incómoda realidad, el otro hijo acepta recibir al padre no sin antes advertir (y dejar enfáticamente en claro) que la situación en algún momento terminará desbordándolo. A su alrededor revolotean el egoísmo, la indiferencia, el desdén y la violencia en diferentes formas, representadas por personajes estereotipados en distintas situaciones de aparente movimiento que no hacen más que devolvernos al punto de partida. Lo único que se mantiene constante, aunque planteado con el mismo trazo grueso, es el distanciamiento con el mundo que vive el protagonista, cada vez más prisionero de un doloroso cuadro.

Entre frases hechas y un muy visible afán aleccionador, la historia elige un camino que adquiere valor sólo en la medida en que pueda aprovecharse como herramienta auxiliar de alguna experiencia terapéutica concreta. El cuidado en todos los rubros formales y el enorme compromiso de un elenco parejo y solvente pueden resultar valiosas contribuciones al servicio de esa meta.

1,4
En la noche del 24, el ciclo dejó a Canal 7 en el último lugar dentro de su franja en las mediciones de audiencia