El actor disfruta de sus vacaciones en Punta del Este y memora sus primeros veranos en la costa uruguaya. Recuerdos, trabajo, desafíos, rating y (un poco de) política.

Es el gran galán de la novela argentina. Gabriel Corrado sedujo varias generaciones de mujeres protagonizando las tiras de tono más clásico de la televisión. Se probó como galán, villano, productor y hasta publicó su propio libro de ficción (El secreto de Aladina). Sostiene que la telenovela puede cambiar, pero la esencia de la historia de amor sigue siendo la misma. En ese rumbo protagonizó Taxxi el último año, que fue un éxito arrollador en las tardes de la vecina orilla. Pero en su carrera, Corrado también conoció números de audiencia no tan alentadores, y confiesa que eso suele "bajonear" a los elencos. "Cada capítulo es una batalla, siempre se puede sumar un espectador más", define. Las revelaciones del actor habitué de Punta del Este que no se cansa de enfrentar nuevos desafíos.

Gabriel Corrado sale a la terraza de Conrad y observa un paisaje que le es conocido. La Playa Mansa, la Isla Gorriti y los barquitos en el puerto representan la misma postal de los veranos de su niñez y adolescencia. "En esencia sigue siendo igual", dice nostálgico sobre Punta del Este. Hoy, es el actor argentino con mayor exposición en los veranos del balneario más top. Disfruta de eventos públicos y no es esquivo a las notas periodísticas. Este año, descansa con su familia de dos proyectos que lo mantuvieron muy atareado como productor y actor a lo largo del 2013: la exitosa tira Taxxi, Amores Cruzados y el unitario Viento Sur.

Con un licuado de banana con leche descremada y sacarina en la mano, su trago habitual, el actor se distiende frente a la paradisíaca vista. Mantiene la auténtica cordialidad con la que se muestra en sus apariciones públicas y se presta a un extenso diálogo en el que reivindica las "historias de amor clásicas" que desarrollan las novelas, reflexiona sobre la adrenalina del rating y recuerda sus primeras vacaciones en la costa uruguaya. Eso sí, la comodidad no es la misma cuando se le consulta por la enrevesada relación entre el ambiente artístico y la política: "no me gusta el papel de `opinólogo`".

-¿Cómo son tus días en Punta del Este?

-Muy tranquilos porque no tengo obligaciones laborales, pero también movido porque sí tengo compromisos con amigos. Punta del Este tiene que ver con el proyecto personal de haber formado una familia y veranear en un lugar que venía de chico. Me gusta mucho ir a la playa, leer un libro, ver el atardecer. El año pasado por primera vez entré a Casapueblo. Lo recomiendo porque es muy lindo escuchar las palabras de Carlos Páez Vilaró en la poesía del sol que en un momento dice que es "rico en soles" por la cantidad de atardeceres que hay ahí. Me encantó, me emocionó y me recargó de energía.

-¿Qué recuerdos tenés de tus primeras vacaciones en Uruguay?

-Los mejores. Venía con mi familia, y después empecé a venir con amigos cuando tenía 15, 16 años. Tengo recuerdos de conocer chicas, de ir a bailar a "Zorba", de los primeros amores de verano. Son etapas muy fuertes, y está bueno ver que mis hijos están viviendo eso en el mismo lugar.
Subirse al "Taxxi"

Gabriel Corrado se volvió a animar. Tras varios años, regresó en 2013 al protagónico de una novela clásica en Taxxi, Amores cruzados, donde comparte elenco con Catherine Fulop, Jorge Marrale y Tomás Fonzi. Se define como un "héroe maduro", y esa madurez la manifiesta como nunca: por primera vez tiene un hijo "de veintipico" en ficción, interpretado por Nicolás "Tacho" Riera.

"Es un proyecto francamente personal", describe Corrado. Es que además de protagonista, es uno de los que está a cargo de la tira de la mano de su productora CTV Contenidos. No es casual que su personaje sea médico (siendo que él estudió dos años de medicina), ni que la coprotagonista sea publicista (cuando él comenzó trabajando en publicidad). Las "causalidades" llegan al punto de que la historia narra el mundo de los taxistas, cuando la primera novela que miró Gabriel Corrado fue nada menos que Rolando Rivas taxista. "Me siento un privilegiado", expresa sobre estar al frente de un producto que reúne tantos puntos en común con su vida personal.

-¿Cómo fue volver a protagonizar una telenovela?

-Tomás Yankelevich (director de programación de Telefé) tuvo la idea de volver a instaurar la novela de la tarde de producción nacional que se había perdido en la Argentina. Fue una jugada riesgosa porque en ese horario la programación está minada de magazines y programas de espectáculo. Era una oportunidad para jugarnos con mi productora CTV Contenidos asociado a Endemol y Azetka Films con una historia coral muy linda.

-¿Cómo has visto la evolución del género de la telenovela en los últimos años?

-La novela evolucionó en lo técnico como todo lo audiovisual, pero las historias de amor son las mismas. Por más que uno las muestre de otro costado, la historia de amor sigue siendo igual. Nosotros estamos produciendo ficción en Europa y lo que más prenden son las historias más clásicas. Por más que uno después lo haga más policial o más comedia romántica, el chico y la chica mirándose a la cara pidiéndose que se quieran es lo que sigue generando más adicción a este producto.

-¿Mirabas novelas de chico?

-Mi mamá miraba y yo desde chico disfruté de eso. La primera que miré fue Rolando Rivas taxista en la década de los `70. Cuando la vi, le dije a mi vieja que algún día iba a estar en televisión. Curiosamente, la historia que desarrollamos ahora se llama Taxxi y este mundo se muestra en la tira.

-¿Disfrutás de la adrenalina de estar pendiente del rating? Vemos que los publicás seguido en tu cuenta de Twitter.

-Sí, por supuesto. Esto es una industria profesional, y si un programa no mide, lo sacan. Uno precisa del apoyo porque necesita de los anunciantes y del público. También lo padezco porque es un sufrimiento cotidiano, pero el día que uno mete un gol de media cancha dice "¡qué bueno poder disfrutar de esto!".

-¿Las mediciones de audiencia inciden en el ambiente de trabajo durante el rodaje de una tira?

-Sí. Cuando algo no funciona, mucha gente de los elencos empieza a bajonearse. Los líderes, que es el rol que ocupamos los protagonistas, tenemos que saber que cada capítulo es una batalla, y que hay algunas que se pierden y otras que se ganan. Siempre hay revancha. Cuando hice Luna Salvaje (2000), empezó muy floja. Las primeras semanas medíamos muy poco. Empezamos a buscarle la mística al proyecto, remamos todos para el mismo lado y no hubo gente que se desanimara porque todos sumamos fuerza. Eso hizo que el proyecto no naufragara. Si uno se desanima, se deprime el proyecto y se pierda la magia. Eso hace que el guionista no escriba con el entusiasmo que tiene que escribir, que el actor no lo haga con la misma fuerza, etc. Eso es lo que no hay que perder de vista. Todos los días se puede sumar un espectador más.

-¿Y qué tan frustrante es cuando no se logra?

-No hay que pensar en el "no", sino uno derrapa. Si no funciona, no funciona, no hay que deprimirse sino pensar en el próximo proyecto. Hay que terminar dignamente los trabajos y morir con las botas puestas. Tampoco hay que matar al proyecto antes de que crezca, hay que fomentarlo. Los medios tienen que tener buena leche, y la competencia no tiene que querer matar al otro. Hay que convivir.

-¿Te pasó de sentir que querían "matar" tu producto?

-Tengo buena relación con los medios, pero a veces la competencia es hostil. La buena convivencia hace que si hay cinco canales de aire, todos puedan comer una porción de la torta sin sacársela al otro. A veces veo que en la televisión los multimedios tratan de ignorar algún producto, y si lo ignoran es como si los mataran. Es importante saber que todos precisamos del otro y que haya equilibrio para que todos podamos trabajar.
"No opinólogo"

El actor prefiere no hablar demasiado sobre temas referidos a la política. "No me gusta el papel de `opinólogo`. Trato de no engancharme en eso", responde cuando se le consulta sobre las dificultades económicas de argentinos para veranear de este lado del Río de la Plata. "Yo bajo línea en mi trabajo. Como decía Perón: `mejor que decir es hacer`".

Pero hace una salvedad. Reivindica el apoyo del Estado argentino a la cultura. Sus últimos productos recibieron apoyo estatal tras ganar concursos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. "En lo que es audiovisual siento que tengo más oportunidades que antes. No me quiero poner una bandera política, pero el Estado argentino le ha prestado mucha atención a todo lo que tiene que ver con la cultura. Eso a veces toca algunos intereses", sostiene.

-¿Cómo has visto el rol del artista argentino que en los últimos años se muestra mucho más politizado?

-El artista es uno más, y se puede expresar. En todo el mundo se está dando. En la campaña electoral de EE.UU hay actores que apoyan a un candidato y otros al otro. Eso es democracia. Me parece válido que haya actores que se pongan la camiseta del equipo que les guste, el tema es ser honesto y legítimo con sus convicciones y no oportunista. Hay mucha gente que aprovecha la oportunidad y cambia de color. Yo me expreso en mi trabajo y ahí bajo línea constructiva.

-¿Y cómo evaluás la cantidad de conflictos que han surgido en el ambiente artístico a raíz de esa politización? En la última entrega de los Premios Martín Fierro había una llamativa tensión con discursos de unos que iban contra los otros.

-No es tan así. Está bien que se expresen. Yo me he matado a piñas de chico, y no pasa nada. No hay que tenerle miedo a eso. Es una pelea entre dos partes. Yo aprendí y me fui civilizando. Lo jodido es cuando esa pelea empieza a tomar otro tono donde hay algo detrás de eso. Hay que saber leer entre líneas y no creer en todo lo que se dice. Uno tiene que tratar de sacar sus propias conclusiones.