Por Silvina Ajmat

Arco y flecha al hombro, torso desnudo, rebelde y justiciero. Un Robin Hood versión indígena. Así era Catriel, el indio que encarnó Osvaldo Laport, allá por 1994, en la exitosa telenovela Más allá del horizonte, y cuyo flechazo pegó certero en el corazón de sus admiradoras.

Muchos años después de ese suceso televisivo y tras cosechar unos tantos más, Laport vuelve a pelear por los derechos de los marginados. Si en la ficción eran los indios, ahora son los refugiados de todo el mundo, desde su rol como Embajador de Buena Voluntad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

“Fue casi sin querer. Me sorprendieron”, se excusa de su título, con cierta timidez, el actor. Había comenzado su carrera como empresario luego de lanzar un perfume para hombres, “Tiempo”, y pensó que no podía evadir el llamado de la “responsabilidad social empresaria”. Decidió donar una parte de sus ganancias y cuando buscaba la institución adecuada, alguien le sugirió Acnur. Donó y se vio tan fascinado como asustado por la realidad de esas personas con las que colaboraba desde lejos. Y empezó a acercarse.

“Cuando llegué al Congo me dijeron: Osvaldo, has tenido el privilegio de ver una verdadera crisis humanitaria”, cuenta Laport, en diálogo con hola.com.ar. Se emociona y frunce el seño como preguntándose a sí mismo si es realmente “un privilegiado”: “Son casi 60 millones de víctimas”, reflexiona y explica pausadamente, con actoral oratoria, para que sus palabras queden en la memoria de su interlocutora: “Para los refugiados, la pobreza es una de las menores preocupaciones. La preocupación primordial es salvar sus vidas. Son víctimas de persecuciones constantes y viven escapando del peligro letal de las armas.”

Como Embajador de Buena Voluntad, el mismo cargo que ostentan, entre otros, Angelina Jolie y Giorgio Armani, realiza una misión humanitaria por año, y registra todo lo que ve con una cámara de video, material que después se transmite en formato documental en un programa televisivo. El año pasado viajó a Congo, este año a la frontera ecuatoriana, y el año próximo, espera ir a Siria.

“De las tristes cifras de víctimas por estos conflictos el porcentaje más alto son mujeres y niños. Sentí que era una forma de devolver todo el amor  que me dio el género del teleteatro, donde las mujeres son la principal audiencia”, comenta entre inhibido y orgulloso, pero al instante, su expresión se oscurece: “Sentí algunos cachetazos de gente que me decía: ¿Por qué te vas tan lejos cuando la gente se está muriendo de hambre acá? Y ahora, después de esta segunda misión, siento que voy a poder mostrar lo que es un refugiado. Un refugiado es el que logra escapar y cruzar la frontera de su país buscando protección internacional. Ecuador está en estos momentos en el puesto número 7 del mundo como país receptor de refugiados. Hay alrededor de 60 mil refugiados que son colombianos. Y en la frontera colombiana hay más de 3 millones y medio de colombianos, desplazados internos, que están en la selva buscando ayuda internacional y que por distintos motivos no pueden cruzar la frontera a Ecuador”.

-¿Tuviste miedo?

-El miedo es latente. La inseguridad es protagonista. Tal vez en este segundo viaje sentí más miedo porque, como no estaba la imposibilidad de la lengua, como en el Congo, aquí nos conocemos y sabemos de nuestras ignorancias y miserias, y sentí que realmente estaba en un lugar peligroso.

El artista, el activista, el padre

“Me encantaría tener más tiempo físico para dedicarme porque no es fácil”, confiesa, conciente de que su primer amor es la actuación, y seguro de que no está en sus planes abandonarla. Tras concluir las grabaciones de Alguien que me quiera, ya se sentó a charlar con Adrián Suar y los productores de Pol-K para preparar su próximo año en la pantalla chica.

Además, está escribiendo un libro donde relata sus experiencias en los viajes con Acnur y explorando una nueva veta artística desde hace un tiempo: el canto. “Estoy feliz porque estoy pudiendo plasmar en la música una inquietud que tenía hace tiempo”, afirma y cuando lo dice, le brillan los ojos. Le gusta mucho cantar, cuenta.

Mientras espera que salga al aire el nuevo documental sobre la misión que emprendió este año en la frontera ecuatoriana, Laport se toma un momento para reflexionar sobre la televisión actual. “Creo que la televisión, como la vida misma, tiene muchas etapas”, dice, consultado sobre el boom de los programas producidos por Marcelo Tinelli. “No la puedo criticar, es una etapa que hoy es protagonista. Buena o mala. No importa. Veo gente que tiende a engancharse en eso”, comenta para luego cuestionar el uso de la solidaridad como “excusa" para el show: “A veces vemos un acto solidario y queremos imitarlo. Pero esa imitación es burda, porque no es creíble, porque sabemos que viene de unas situaciones muy frívolas. La solidaridad necesita un compromiso sincero y honesto”, dispara, crítico.

A la hora de hacer un repaso por su vida personal, el actor sonríe con satisfacción: no puede olvidar la fiesta de ensueño que organizó por los quince años de su hija, hace pocos días. “Logramos hacerle la fiesta que soñamos, donde nuestros amigos tuvieron la posibilidad de caminar por una alfombra roja, que fue coronada con un ambiente de familiaridad, de amor, de alegría. Fue una gran fiesta y estamos todos muy felices”, concluye. Lo espera su mujer, Viviana, para acompañarlo al escenario donde conducirá la fiesta por los 45 años de Acnur en la Argentina. Sus obligaciones como embajador lo llaman. Antes de alejarse, agrega: “Me sorprendieron, de verdad. Y sí, me siento un privilegiado”.

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