Fueron sólo 51 horas. Richard Gere (61) llegó a Punta del Este el jueves 24 de marzo a la una de la tarde en un avión privado desde Buenos Aires. El actor viajó con su mujer, la ex modelo y actriz Carey Lowell (49), su hijo Homer (10), dos familias amigas y dos perros de raza vizsla. “Viene a descansar y pasarla bien”, advirtió uno de los miembros de la comitiva que lo recibió en el aeropuerto de Laguna del Sauce. Y, con mucha seguridad, acomodaron a los recién llegados en una camioneta doble cabina Mitsubishi, una Hyundai Santa Fe y una Suzuki Grand Vitara.

Salieron rápidamente por la ruta 10 hacia el lado de Piriápolis y, después de recorrer cinco kilómetros, se detuvieron para ingresar en la Estancia La Carolina, un exclusivo resort de doce chacras sobre el mar. Richard y sus acompañantes se hospedaron en la casa que construyó el  prestigioso diseñador de barcos Germán Frers, que actualmente es propiedad de un empresario suizo. La casona de una sola planta y con ambientes muy amplios tiene salida a la playa y es famosa por su mirador de siete metros de altura, para observar las ballenas en su travesía hacia el Sur argentino. Durante su estadía, el actor tuvo a su disposición ocho camionetas, un helicóptero, que no usó, y más de diez guardias de seguridad.

Después de instalarse en la habitación, Richard almorzó en familia y se fue a dormir la siesta. “Quedó fascinado con los panqueques de dulce de leche que hizo el cocinero para el postre”, contó uno de los empleados de la casa. El jueves, el actor prefirió no salir de la chacra marítima y aprovechó para descansar, ya que llevaba casi diez días de viaje: primero visitó Cusco y Machu Picchu, en Perú, y después recaló en nuestra patagonia, en Villa La Angostura.

El viernes, Richard se despertó a las diez de la mañana y sólo bajó a la playa para hacer yoga frente al mar y meditar sobre un médano en la posición de buda durante media hora. “Me ayuda a fijar la motivación para el día que comienza”, explicó. A las doce y media, salió a almorzar con su familia. El restó elegido fue La Huella, un clásico de José Ignacio. Mientras esperaba la comida, Homer bajó a la playa junto con los cinco chicos de la mesa para hacer algunos pases con pelota y guantes de béisbol. El menú de Gere: sushi y agua mineral sin gas. Su mujer prefirió una de las especialidades del lugar: corvina blanca a la parrilla. De postre, todos se animaron al volcán de dulce de leche. Después tomaron varias tazas de té de hierbas.

Cuando salió del restaurante, Richard se detuvo un momento frente al público y, por primera y única vez, se lo escuchó hablar: “Este lugar es increíble, la estoy pasando genial”, dijo. Desde allí fueron a Punta del Este a visitar la casa de camperas de cuero Doma. El actor compró dos, mientras que Carey llevó seis: una negra con apliques de corderito en los puños y las solapas, tres con capucha de hilo (en camel, visón y crudo), una más clásica en beige y un gamulán marrón.  Además, adquirió una cartera. Se supo luego que gastaron un total de diez mil dólares.

El sábado a la madrugada, Gere volvió a repetir la rutina de yoga y meditación sobre la arena. Almorzó temprano en la chacra y, a la una de la tarde, salió a andar a caballo por la playa junto a su mujer y su hijo. Cuando volvieron, terminaron de organizar los bolsos y salieron para el aeropuerto. A las cuatro de la tarde, embarcaron en el avión privado. Hicieron escala en Buenos Aires y siguieron a su casa en Estados Unidos.